miércoles, 19 de enero de 2011

Los Reyes Magos contra Hawking

El titular de la noticia en el periódico El Mundo del 7 de enero me había dejado perplejo, “Reyes Magos vs. Hawking”, subtitulado “El Papa utiliza las figuras bíblicas para desautorizar el Big-Bang.“, y no podía tratarse de una broma, el 28 de diciembre había quedado atrás. Por un momento pensé que, por suerte, su autor debía desconocer el papel que representó el abate George Lamaître  en el proceso de la revolución cosmológica representada por la teoría del Big-Bang, porque probablemente, en su temeridad, se habría aventurado a vaticinar su inmediata excomunión. Volví a releer la homilía del Papa en la misa de la Epifanía del Señor del pasado 6 de enero, y no encontré nada que pudiera inducir a semejante afirmación.

El artículo no era inocente, eso parecía claro, pretendía mostrar la verdad científica, representada por “un científico tan importante como Hawking”, atacada por Benedicto XVI que utilizaba para ello la figura de los Reyes Magos, y ya se sabe, los Reyes Magos no existen, son los padres. ¿Quién era el autor? Parece ser que es un teólogo, que se dice católico, pero que confiesa admirar el protestantismo como“un mosaico que brilla, que luce, realmente magnífico, en contraste con la Iglesia Católica que es un cristal pálido monocolor y gris.”  Biografías y brillos aparte, sí que es cierto que el protestantismo es un mosaico, un mosaico en el que prácticamente cabe de todo, por ejemplo los creacionistas, que afirman que Dios hizo el mundo, literalmente, en 6 días de 24 horas.

Leo que la observación de un planeta en la órbita de una estrella distinta del Sol sirve a Hawking para afirmar que “Eso hace que las condiciones planetarias de nuestro sistema… sean mucho menos singulares y no tan determinantes como prueba de que la Tierra fue cuidadosamente diseñada (por Dios) para solaz de los humanos”, y que “…es probable que existan no solo otros planetas, sino también otros universos, es decir un multiuniverso. Si la intención de Dios era crear al hombre, esos otros universos serían perfectamente redundantes.”; ciertamente es posible que esas hipótesis puedan afectar a los creacionistas, como a los miembros de sectas ufológicas en otro sentido, pero como católico lo tengo claro, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?

Las pretensiones “científicas” en el ámbito de la religión me recuerdan la reflexión de Nikolai Gógol en “Almas muertas” cuando afirma que no tenía nada de particular que “dos damas terminasen por quedar convencidas de lo que antes imaginaban – el rapto de la hija de la gobernadora - como una simple suposición.”, y que era un proceso similar al razonamiento científico: “Primero el sabio se acerca al asunto  como un pillo redomado, empieza con timidez, moderadamente,... y en cuanto ve el menos atisbo, o se le figura ver un atisbo, cobra ánimos, se engalla, … olvidando que todo tenía su origen en una tímida suposición. Le parece verlo así, cree que todo está claro y el razonamiento termina con las siguientes palabras: “Así es como ocurrió…” Luego lo proclama a los cuatro vientos desde la cátedra y la verdad recién descubierta se pone en circulación por el mundo ganando seguidores y partidarios.”

Vamos a ver, la cuestión no es si existen o no otros planetas o universos, que es algo que debe resolver la ciencia, sino cómo es posible inferir de ahí la existencia o no de Dios, como no sea que se examine solo desde la perspectiva creacionista, porque si de la extensión del universo o de la insignificancia de la tierra se trata, son conocidas de muy antiguo, y ya en el “Almagest”, un tratado astronomía muy conocido y usado durante la Edad Media, escrito por Ptolomeo de Alejandría en el sigo II, era posible leer que “la tierra, comparada con las distancia de las estrellas fijas, no tiene una magnitud apreciable y debe ser tratada como un punto matemático”, y nadie pensó nunca que tuviera la menor relación con las cuestiones religiosas.

Cada cual es libre de pensar lo que considere oportuno, pero lo que la Iglesia enseña (Catecismo, 31 y 37) es que Dios puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas, porque sin esa capacidad, el hombre no podría acoger la revelación de Dios, y a ese respecto da igual que existan o no muchos planetas habitables, o que se confirme o no la hipótesis del multiuniverso; ahora bien, esas vías o pruebas de la existencia de Dios no lo son – no lo pueden ser - en el sentido de las pruebas propias de las ciencias naturales, sino en el sentido de argumentos convergentes y convincentes que permiten llegar a la verdadera certeza. Se trata por tanto de vías o signos que respetan nuestra inteligencia, la preservan de la violación de lo absurdo e irracional, pero también la protegen contra la violencia de la Gloria, que podría forzar una adhesión intelectual, pero no ganar el corazón.

La fe no rechaza la ciencia, ni la ciencia debiera dar la espalda a la fe, son órdenes distintos que se complementan muy bien si no se cae en problemas estériles, y eso es precisamente lo que afirmó Benedicto XVI en esa homilía de la Epifanía , que “No debemos dejarnos limitar la mente por teorías que llegan siempre sólo hasta un cierto punto y que - si miramos bien - no están de hecho en contradicción con la fe, pero no logran explicar el sentido último de la realidad.”

Parece conveniente por tanto, para estar advertidos, recordar el consejo de Escrutopo a Orugario en “Cartas del diablo a su sobrino” (C.S. Lewis):“Sobre todo, no intentes utilizar la ciencia (quiero decir, las ciencias de verdad) como defensa contra el Cristianismo, porque, con toda seguridad, le incitarán a pensar en realidades que no puede tocar ni ver…dale la sensación general de que sabe todo, y que todo lo que haya pescado en conversaciones o lecturas es “el resultado de las últimas investigaciones”. Acuérdate de que estás ahí para embarullarle;”

Que no sea porque no estamos advertidos.


Nota. Leo el 13 de enero en el diario El País otra noticia, que “El Papa se enreda con el purgatorio”. La sola idea es ya absurda, pero acudo a la fuente,  leo lo que realmente ha dicho  que, efectivamente, no es nada que no venga ya recogido en el Catecismo, o en la encíclica “Spe Salvi”, confirmando mi impresión de que hay a quien disfruta embarullando a los demás.

20 comentarios:

Anónimo dijo...

Estas polémicas son interesantes y útiles para espolear el pensamiento y reflexionar al mismo tiempo sobre el estado de la fe del individuo pensante, pero me temo que, por largo que sea el razonamiento, el final es común: no existe la certeza.
Ante el maravilloso orden cósmico; ante el no menos espectacular y nada casual orden de lo invisible -partículas, genes- sólo cabe el asombro sin límites. ¿Existe el Gran Relojero?. ¿El Diseño Inteligente?. ¿Quién asegura hoy que lo desconocido no será explicable mañana?. Nuestra existencia se basa en la confianza y no estoy seguro de certezas. El complemento entre Ciencia y Fe, bajo mi humilde criterio, es innegable. Más allá de los límites de la Ciencia opera la Fe. Nadie puede estar seguro de que Dios no exista mientras la Ciencia tenga límites, y esto parece ser definitivo.
Por lo mismo, querido Nacho, opino que por más indicios convergentes que cites no podremos conocer con certeza la segura existencia de Dios, salvo que la certeza a que aludes sea el fruto de una experiencia individual, subjetiva e intransferible por conducto de la razón. Y envidiable.

Unknown dijo...

Buenos días, soy José Hilario.
No sé su tu blog lo leen niños, pero no digas que Los Reyes Magos no existen y que son los padres. Los Reyes Magos si existen.
Ahora un poco más en serio, yo no soy especialmente creyente pero la existencia del Big Bang y la idea de un multiverso no es incompatible con la existencia de Dios. Además esas teorías se acercan mucho a la religión por el hecho de no poder ser demostradas, por lo que para creer en ellas también hay que tener fe.

Antonio Ferrán de la Cierva dijo...

Estoy contigo: hay quienes deberían abrir más la mente y no mezclar churras con merinas. Cuando la inmensidad y majestuosidad del universo se hacen patentes, en vez de descartar la existencia de Dios, se debería admirar aún con más fuerza Su inmensidad.

Asimismo habría que hacer una reflexión: ¿por qué insistir en acoplar a Dios dentro de los límites de nuestra mente, de manera que, si algo escapa de esta por su grandeza, debe por fuerza escaparle también a Él? En tal caso ya no sería Dios, pues sería un ser dependiente de fuerzas superiores, sobre las que no puede regir.

Por último, lejos de buscar a Dios en galaxias lejanas, creo que es mucho más asequible descubrirlo en nosotros mismos, tomando conciencia de nuestra existencia, de su sentido y del porqué de nuestras propias inquietudes.

victoria dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con Antonio, a Dios lo tenemos que buscar en nosotros mismos, nos costará más o menos trabajo encontrarlo, o suerte! , pero pienso que también es cuestión de fe creer lo que dice el Sr. Kawking.
Por cierto, D.José Ignacio, un artículo muy interesante pero que... en cierto modo se me escapa de las manos.

Leandro dijo...

Estoy de acuerdo con el primero: no hay certezas. En mi caso, por razones obvias, no puedo siquiera acogerme al cartesiano pienso, luego existo

Anónimo dijo...

No hay que irse a hawking y la orbita de un planeta para llegar a esa conclusión. Dios creo al hombre a su imagén y semejanza. si estabamos hechos a su imagen y semejanza ¿porque pecamos? ¿porque nos hizo libres? ¿para poder pecar? si nosotros pecamos dios peca somos su imagen ¿n0?. Y aún sabiendo que ibamos a pecar, porque lo sabe todo,nos dio libertad... él sabia que ibamos a matarnos, violar niños y matarlos, hacer guerras, matar de hambre a millones de personas y aun asi lo permite. Pues menos mal que nos hizo a su imagen y semejanza y nos hizo libres, que bueno es, aun en el caso de que existiera lo repudiaria. A los que sabiendo que se va a cometer un crimen no hacen nada por evitarlo lo meten en la carcel.
Si fueran a violar a un familiar tuyo y a matarlo despues y tú supieras que iba a pasar... no harías nada. porque el violador tiene que ser libre para decidir si viola o no....o actuarias como un padre verdadero y defenderias a tu familia. La respuesta es que si defenderias a tu familia entonces porque él no.

Anónimo dijo...

No hay que irse a hawking y la orbita de un planeta para llegar a esa conclusión. Dios creo al hombre a su imagén y semejanza. si estabamos hechos a su imagen y semejanza ¿porque pecamos? ¿porque nos hizo libres? ¿para poder pecar? si nosotros pecamos dios peca somos su imagen ¿n0?. Y aún sabiendo que ibamos a pecar, porque lo sabe todo,nos dio libertad... él sabia que ibamos a matarnos, violar niños y matarlos, hacer guerras, matar de hambre a millones de personas y aun asi lo permite. Pues menos mal que nos hizo a su imagen y semejanza y nos hizo libres, que bueno es, aun en el caso de que existiera lo repudiaria. A los que sabiendo que se va a cometer un crimen no hacen nada por evitarlo lo meten en la carcel.
Si fueran a violar a un familiar tuyo y a matarlo despues y tú supieras que iba a pasar... no harías nada. porque el violador tiene que ser libre para decidir si viola o no....o actuarias como un padre verdadero y defenderias a tu familia. La respuesta es que si defenderias a tu familia entonces porque él no.

Desde el foro dijo...

Queridos Anónimo 1, y Leandro, que habéis planteado el tema de la certeza:

Tal vez el problema sea qué es lo que entendemos por “certeza”, que a veces asimilamos al de verdad probada científicamente. La fe en el progreso y en la ciencia, que se alimenta sus continuos logros que parecen confirmarla a cada paso, han creado una mentalidad en la que se cree prescindible la hipótesis de Dios, en la convicción de que la ciencia descifrará en algún momento todo lo que todavía no conocemos, de forma que lo científico se ha convertido en una especie de criterio supremo que permite prescindir de la religión porque no es científica.

Y, efectivamente, ese tipo de certeza científica es imposible de obtener respecto de Dios porque la ciencia tiene un límite muy claro, que es la propia naturaleza – por inmensa que sea - que constituye su objeto de estudio.

La certeza a la que me refiero – a la que se refiere el Catecismo - no es científica, sino que está basada, en un primer escalón, en argumentos racionales convincentes y convergentes que la preservan de lo absurdo e irracional (por ejemplo de la superstición de que por el escupitajo de una vieja – Gógol dixit - caiga sobre mi una maldición, o que una cinta roja evite el mal de ojo), pero que, como dices (y dice también el Catecismo), efectivamente, son por sí solo insuficientes para demostrar la existencia de Dios, siendo necesario un segundo escalón que es la acogida, por la fe, de la revelación. Y no necesariamente tienen que ir por ese orden, los escalones digo.

Un par de ejemplos pueden servir para ilustrar lo que digo (espero):

Uno primero es una anécdota que cuenta Benedicto XVI en el último libro de Peter Seewald, y es la noticia de que se había demostrado “científicamente” que las caricias de una madre son beneficiosas para los hijos. Yo siempre he tenido esa certeza, aunque no tuviera la argumentación científica en torno a los niveles de lo que sea que se produzca en el cerebro del hijo como consecuencia de esas caricias.

Otro ejemplo me lo proporciona Gustavo Bueno, al señalar que la idea de sustancia material con locación no circunscriptiva, es decir, incorpórea, implicada en la teoría de la transustanciación es precursora de los principios de la teoría electromagnética y de la física cuántica. La transustanciación es un dogma, y hay que aceptarlo como tal, pero la Iglesia ha intentado explicar racionalmente, con base en los conceptos de ser, sustancia y accidente, lo que le viene dado por la Revelación, y ahora la ciencia confirma que esa teoría es perfectamente racional en su campo de estudio.

Es decir, es cierto, no es posible ofrecer un catálogo de indicios que acrediten de forma irrebatible la existencia de Dios, pero es posible una certeza adquirida a través del razonamiento filosófico y teológico humanos que permite aceptar el dogma de la transustanciación como algo que no repugna a la racionalidad (y la ciencia corrobora la racionalidad de la teoría en relación con esos principios), aunque la aceptación de que sea realmente el cuerpo de Cristo solo es posible por la fe.

Desde el foro dijo...

Querido Anónimo 1:

Una matización, que creo es importante. Esa experiencia a que te refieres, aunque es evidente que tiene una dimensión individual, se produce en el seno de una comunidad que es la Iglesia – la salvación ha sido considerada siempre desde los primeros Padres como una realidad comunitaria, no individualista ni subjetiva, porque solo puede realizarse para cada persona dentro del “nosotros” de la Iglesia que presupone el abandono del “yo” y la apertura a Dios y al prójimo.

Desde el foro dijo...

Caramba Hilario, no se me había ocurrido que pudiera haber niños leyendo en blogs en lugar de chatear en el tuenti, y yo diciendo que son los Reyes Magos.... esto, ¡eh!, niños, era solo un decir....., una forma de hablar, no hagáis caso, seguid jugando al God of War, y no hagáis caso.

Efectivamente, estoy plenamente de acuerdo en que muchas veces se convierten hipótesis científicas en una cuestión de fe, o bien se extraen consecuencias que no tienen nada de científicas de observaciones que sí lo son, rebasando claramente su campo y proponiendo una cuestión de fe. Es lo que ocurre precisamente con las hipótesis de Hawking y la existencia o no de otros planetas o de un multiuniverso.

Desde el foro dijo...

Plenamente de acuerdo Antonio. De hecho a mi me cuesta entender que dentro de una bombilla choquen los electrones hasta una velocidad es la que se ponen coloraditos, empiecen a despedir calor y se ponga el filamento incandescente encendiéndose la bombilla, por no hablar de este internet que estamos utilizando, o el mismo concepto de infinito, que somos capaces de conceptuar pero incapaces de imaginar sin marearnos, porque somos limitados, y eso no significa que no existan.

Como decía Benedicto XVI, “No debemos dejarnos limitar la mente por teorías que llegan siempre sólo hasta un cierto punto y que - si miramos bien - no están de hecho en contradicción con la fe, pero no logran explicar el sentido último de la realidad.” No existe, no puede existir contradicción entre la ciencia y la fe, porque en la medida en que la primera tienda hacia el descubrimiento de la verdad estará siempre comprendida dentro de la Verdad última.

Desde el foro dijo...

No es suerte, Victoria, llámalo Providencia, y Gracia, y la cuestión es estar abierto a sus sugerencias y aceptarla, con lo que ello implica.

Desde el foro dijo...

Leandro, en cuanto al tema de la certeza me remito al comentario hecho a Anónimo 1, aprovechando la circunstancia de que te sumas a su opinión, de la que también soy yo en el sentido indicado.

No entiendo cuales son esas razones obvias a que te refieres, pero lo que a mi me parece evidente es que estás más cerca de Sócrates y de Platón, y de su confianza en la capacidad de acercarse a la verdad del hombre, que de los sofistas y de su visión de un mundo en el que el hombre crea sus propios criterios, puramente formales y contingentes.

Leandro dijo...

Las razones obvias para no poder acogerme a la primera certeza cartesiana son, en realidad, una: que ya ni siquiera pienso. De todas formas, yo no hablaba de la certeza de conocer la existencia de Dios con criterios científicos; hablaba de certezas, sin más. Cada vez tengo menos. Es más, casi no me queda ninguna. Me muevo más bien por intuiciones. Ahora lo que de verdad me preocupa es que, al menos, esas intuiciones sean mías, y no de los demás.

Desde el foro dijo...

Hola Anónimo 22/01,

Dada nuestra ignorancia y nuestras limitadas capacidades creo que es una suerte (es una forma de hablar) que la existencia de Dios se presente velada como se presenta, porque a veces no nos limitamos a pedir una explicación del mal que nos aflige, que no tiene nada de particular, sino que en nuestra soberbia temeraria nos constituimos en juez instructor y pretendemos sentar a Dios en el banquillo de los acusados imputándole el habernos hecho libres, y como la causa de la causa es la causa del mal causado, y único responsable de nuestros actos. Al menos tenemos la oportunidad de rectificar que no tendríamos en caso de tener un conocimiento perfecto de Dios, y en un juicio de misericordia cabe la posibilidad – siempre que no sea ignorancia culpable, o mantenida a propósito para sentirse más “libre” - de que se considere una atenuante.

La verdad es que lo que planteas es algo bastante común en nuestros días. La culpa de que un niño se descalabre en un parque es, por supuesto, del Ayuntamiento que hizo el parque, y de que un escalador caiga al vacío es, por supuesto, de Dios, porque al fin y al cabo creó la montaña, y no mutiló en el hombre la capacidad de afrontar desafíos.

Estar hechos a imagen y semejanza de Dios significa que fuimos dotados de razón para comprender el orden de las cosas, y de voluntad para ser dueños de nuestros actos; y somos libres en la medida en que disponemos del poder, basado en la razón y en la voluntad, de hacer una cosa u otra, o de no hacer, y por tanto de ser responsables de nuestros actos. Sabemos que no hay que hacer el mal, y somos nosotros quienes, en cuanto seres libres, dotados de razón y voluntad, tenemos la capacidad de actuar de una forma o de otra, de pedir perdón cuando nos equivocamos, rectificar y volver a empezar, o no.

Evidentemente si fuéramos bestias del campo seríamos inimputables, si estuviera mutilada nuestra libertad no podríamos hacer el mal, pero tampoco el bien, y no me parece que sea una opción deseable

Desde el foro dijo...

Querido Leandro:

Pues a la vista de tus manifestaciones me reitero en lo dicho, y estás más cerca de Sócrates que de los sofistas.

Hubo un Santo que dijo algo así como: en la fe unidad, en todo lo demás libertad, y siempre caridad. De ese principio se deduce que las verdaderas certezas deben ser pocas, muy pocas en realidad, así que puede que lo que estés sufriendo sea un proceso de purificación.

Manolo dijo...

San Anselmo: "Creo para entender".

Desde el foro dijo...

Hola Manolo, no conocía la cita, pero me parece muy acertada, porque a partir de ahí cobran sentido muchas cosas, y además descubres que es razonable.

Manolo dijo...

He estado el fin de semana en cama con motivo de la gripe. A las 11:30 del Domingo no me encontraba con fuerzas para ir a misa pero finalmente fuí. Las razones eran de peso: tras la misa se llevaría a cabo la entrega de premios de un concurso de dibujo infantil y una hija mía había presentado su trabajo; con motivo de la festividad de Santo Tomás de Aquino se esperaba la visita de nuestro Vicario y una niña iba hacerle entrega de un presente como recuerdo de su paso por nuestra comunidad de fieles; pero la razón de más peso era que mi flojera era nada comparada con el padecimiento de nuestro Señor Jesucristo desde que fue prendido hasta su muerte en la Cruz. Había que estar con el Señor e ir a visitarlo en su día. ¡No pude haber hecho mejor cosa!. ¡Las sorpresas se sucedieron una tras otra!. Cierto que me costó trabajo arrancar, incluso intenté ir de chaqueta y corbata en señal de respeto al señor Vicario, pero nada más ponerme la corbata empecé a toser y decidí sustituir el traje por unos vaqueros y un chaquetón y la corbata por una bufanda de lana. La primera sorpresa fue la de asisitir a una misa llena de luz, llena de niños y de personas jóvenes. Celebrando la misa, nuestro párroco habitual, el señor Vicario y un tercer sacerdote que no tenía el gusto de conocer. La segunda sorpresa fué que mi hija pequeña ganó el premio al mejor dibujo, siendo su cara de felicidad la que realmente me emocionó. Otra sorpresa fué que mi otra hija había sido designada para entregar un recuerdo de la parroquia al señor Vicario. Tras una ceremonia bella, llena de sorpresas, entrañable, sencilla y en un ambiente relajado y cordial, fuimos invitados a tomar un refresco y unas empanadillas en el salón parroquial y fué entonces cuando me llevé otra sorpresa, consistente en que conocí al tercer sacerdote que había estado dirigiendo la celebración. Era un franciscano con misión en Mozambique, un hombre menudo, delgado, bajito, pero con una manera de pensar y de transmitir sus pensamientos que crearon a su alrededor un entorno de paz. A lo largo de más de una hora de conversación no mencionó vocablo peyorativo alguno, no habló de política, no atacó a semejante alguno. Decía que "en España morimos de infartos, vivimos acelerados. En Mozambique no hay prisa, el reto está en conseguir el agua diaria, las personas no van aceleradas pero mueren de malaria o de sida". Hablaba sobre la muerte como un hecho común pero por causas y con unas esperanzas de vida muy distintas, comparando el "mundo desarrollado" y Africa. Hablamos de la frecuencia de asistencia a misa, disfrutando en España de la posibilidad de asisitir como mínimo una vez por semana y con cercanía al domicilio. En Mozambique, la frecuencia puede rondar en algunos casos los tres meses y la celebración puede tener lugar debajo de un árbol. A mi juicio, el que no quiere acercarse a Dios es por eso, porque no quiere.

Al llegar a mi casa me encontraba feliz, se me había olvidado mi enfermedad y me encontraba incluso más fuerte. Mereció la pena el esfuerzo de cambiar las zapatillas por los zapatos y emprender el camino a mi parroquia, cercana, cálida, iluminada, llena de personas adorables. Espero poder volver a ver a ese siervo de Dios franciscano, entregado a los demás, una persona buena, sencilla, pobre en lo material pero rica en buen corazón y en sabiduría.

No me acuerdo si este era el tema de esta entrada, pero quería contaros una experiencia personal, quizá tonta pero, tan mal acostumbrado como estoy a emfadarme por los errores de los demás, me venía muy bien una cura de humildad y este hermano franciscano, sin intención alguna, me enseñó cosas que solamente se pueden ver con los ojos cerrados y con el corazón abierto. Gracias.

Anónimo dijo...

Ya lo creo que se enreda con el purgatorio, de siempre se ha dicho que existia el purgatorio, y ahora dicen que no, pues bien y luego atacan a la ciencia por decir que dios no existe.