jueves, 20 de diciembre de 2012

Carta de Teófilo a Lucrecio



Recupero y transcribo, como hice en otra ocasión, una carta de la correspondencia entre Teófilo y Lucrecio, que viene muy a propósito para estos días, por si a alguien le pudiera servir de algo.  

"Mi querido amigo, Lucrecio:

Agradezco de corazón la carta de felicitación que por Navidad me envías, y hago míos tus buenos deseos para estas fechas que, me dices, te gustaría vivir plenamente.

Se que no te molestará entonces, amigo mío, si te digo que yerras cuando permites que tu mente – el corazón va detrás - se entretenga en torno a la fecha correcta del nacimiento de nuestro Señor, al número de los Magos de Oriente o al fenómeno astrológico que, en parte, les condujo hasta Él, a las fiestas paganas llamadas saturnales, o con el buey y la mula del belén, que para todos hay, y que debes estar prevenido frente a tales distracciones que hay quien gusta de procurar en estas fechas, y que tengo por tan curiosos como inútiles debates, que entretienen tanto a quienes combaten nuestra fe como a quienes la profesamos.

Bien sabes que no te digo que no haya que conocer de ellos, para así defender el correcto entendimiento de las Escrituras, que siempre se me ha escapado la razón de que haya quien piense que, por estar bautizado y haber en tiempos recibido la catequesis de Primera Comunión, conoce cuanto debe al respecto, y, como dijo uno de esos sabios a los que unos ya no recuerdan y otros ni tan siquiera conocen, para entrar en una Iglesia basta con quitarse el sombrero, no la cabeza. A lo que te invito es a que, durante estos días, tu mente, tu corazón, medite sobre el hecho central, milagro inconcebible, de que, como estaba anunciado desde antiguo (¿recuerdas la profecía? - Isaías 7, 14 - “Mirad: la Virgen ha concebido y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros”) “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1,14), no vaya a ser que, enredados en tales debates, nos ocurra como a los príncipes de los sacerdotes y escribas que, interrogados por Herodes, dieron las indicaciones precisas para que los Magos pudieran llegar hasta el Mesías, que debía nacer en Belén de Judá, y no fueron con ellos. 

Hubo quien dijo que el pesebre es una cátedra, y lo tengo por cierto, que todo es colocarse delante del belén para, en silencio - que importante es el silencio, querido amigo, huir, aunque sea unos minutos al día, del ruido, a veces ensordecedor, que rodea estas fechas – meditar este gran misterio que es el Nacimiento, y agradecer a Dios su deseo de abajarse hasta nosotros para hacerse entender y querer. ¿Recuerdas cuantos y cuan variados personajes pasaron por la vida de Jesús?, pues te propongo que hoy, mañana, durante estos días, asistamos al Nacimiento como uno de esos primeros pastores que respondieron al anuncio del Ángel del Señor, ¿recuerdas la escena que relata San Lucas (2,8-16)?, ¿cómo nos acercaríamos tú y yo al portal? Que sentimientos tan contradictorios nos embargarían, ¿verdad?, sorprendidos ante la pobreza del lugar, de que un pesebre sirva de lecho al Mesías, al Hijo de Dios, y rendidos ante el milagro; sintiéndonos tan poca cosa, indignos de pisar la tierra que circunda al Nacido y, al tiempo, elegidos por designio divino para vivir y dar testimonio de ese acontecimiento...; ¡Dios mío!, a veces me asusta pensar si mi corazón, débil como es, sería capaz de reconocerlo.

No amigo mío, no nos perdamos en estas fechas en debates estériles, hagámonos como niños - los soberbios no tienen entrada en aquella pequeña gruta de Belén - y, tal y como propones, vivamos plenamente la Navidad.

Con un abrazo, se despide tu amigo

Teófilo"

2 comentarios:

Manolo dijo...

Debemos estar alerta y preparados siempre, pero hay fechas que parece que invitan a una reflexión profunda que nos lleve a la reconciliación con Jesús, preparándonos adecuadamente, abriendo el corazón a los demás con la ayuda de nuestro Señor. Con la luz de su Gracia seguramente nos dará igual que hayan luces por las calles de colorines y otras señales llamativas propias de estas fiestas. Cierto es que esas luces alegran y hacen acogedora una ciudad, no me opongo a eso, por supuesto que disfruto de un paseo por calles engalanadas, pero no debemos olvidar lo fundamental, el significado de Navidad. A lo que si me opongo es a confundir materialismo y consumismo con el hecho religioso, a reducir la Sagrada Familia a un puñado de bolsas llenas de juguetes. Por otro lado, siempre defenderé la presencia de un Belén, el canto de villancicos,la bendición de los alimentos en compañía de la familia, la conmemoración de los Santos Inocentes recordando con máximo respeto la muerte de inocentes niños, para lo que deberíamos empezar por luchar para evitar que se repita ese martirio cada vez que se ejecuta un aborto.

Desde el foro dijo...

Las luces son además un signo cristiano por excelencia, aunque ahora se coloquen por otros motivos y se desconozca su origen, representan la luz que vence a las tinieblas..., nada hay de malo, efectivamente, en celebrar, en regalar, es una fiesta, siempre que no olvidemos qué es lo que celebramos.